domingo, 15 de septiembre de 2019

MUERTE DE BENJAMIN FRANKLIN.

"Aunque siempre fui un hombre activo, nunca tuve más trabajo que durante los ocho años de mi permanencia en Francia, trabajo que no abandoné hasta ver concluida felizmente la paz, de cara a mis ochenta años, edad a la que todo hombre tiene derecho a esperar algún descanso."

-BENJAMÍN FRANKLIN.

Su último año de vida lo pasó en cama, enfermo de pleuritis. Finalmente, murió en su casa de Filadelfia el 17 de abril de 1790 a los 84 años de edad. Veinte mil personas asistieron a su funeral. Sus restos están enterrados en el Cementerio de la Iglesia de Cristo.

APORTACIONES DE BENJAMÍN FRANKLIN.

El providencial pararrayos

El experimento de la cometa está relacionado con el invento que lo hizo famoso en el mundo entero: el pararrayos. En sus experimentos, Franklin observó que los objetos puntiagudos atraían y transmitían más eficazmente la electricidad que los objetos romos. De ello dedujo que una vara de hierro terminada en punta y colocada en lo alto de un edificio atraería la carga eléctrica de una tormenta, que se podría transmitir a la tierra mediante un cable, antes de que cayera el rayo. En una carta escrita en 1750, Franklin explicó esa técnica "útil a la humanidad para preservar casas, iglesias, barcos, etc., de las descargas de rayos". En una época en que los techos eran de madera y podían arder fácilmente, el invento de Franklin se difundió con gran rapidez; en 1782 se habían instalado en Filadelfia 400 de estos artilugios.






Lentes bifocales.

lentes bifocales, que fusionaban dos pares de anteojos en una misma montura a fin de no tener que cambiarlos para ver de cerca y de lejos; los catéteres urinarios flexibles (para tratar los cálculos renales de su hermano John), así como las aletas de nadador, el humidificador para estufas, el cuentakilómetros o la armónica de cristal. Su espíritu filantrópico le llevó a permitir la libre difusión de muchos de estos hallazgos.

Catéter urinario flexible

El catéter urinario flexible fue inventado por Benjamin Franklin en 1752 cuando su hermano James sufría de cálculos en la vejiga.
Los catéteres ya existían, pero se trataba de instrumental convencionales que tenían tubos rígidos de metal y que debían insertarse en la vejiga para drenar la orina. Él sustituyó el catéter de su hermano con un tubo flexible que era menos doloroso de insertar.





El experimento del cometa     


En 1747 Franklin inició sus experimentos sobre la electricidad. Estaba convencido de que las tormentas eran fenómenos eléctricos y propuso un método temerario para demostrarlo. Una noche tormentosa hizo volar una cometa con una punta metálica atada a un hilo de seda en cuyo extremo había una llave, también metálica. Franklin sostenía la cometa con otro hilo de seda. Cuando se concentraron las nubes de tormenta y el hilo empezó a dar muestras de carga eléctrica por que las fibras se repelían unas a otras, Franklin puso el nudillo cerca de la llave y saltaron chispas. Además, consiguió cargar una botella de Leyden, un recipiente de vidrio diseñado por aquella época para almacenar cargas eléctricas.

La botella de Leyden cargada con electricidad del cielo se comportaba exactamente igual que si se hubiera empleado electricidad terrestre. O sea que eran idénticas. Franklin fue capaz de dar una inmediata aplicación práctica a su descubrimiento.

Si se fijaba una varilla metálica puntiaguda en lo alto de un edificio y se conectaba al suelo, la carga eléctrica del rayo se descargaba rápidamente y de forma silenciosa, sin causar estragos.

Publicó sus ideas en 1752 en una revista llamada el Almanaque del Pobre Richards y enseguida empezaron a instalarse pararrayos en todo el mundo. Por primera vez en la historia, una catástrofe natural no se prevenía mediante la plegaria o encantamientos mágicos que -por cierto- nunca daban resultado, sino por la confianza en la comprensión de las leyes naturales, que sí era eficaz.

Franklin tuvo mucha suerte al realizar este experimento. Si un rayo hubiera alcanzado la cometa habría caído fulminado. De hecho, otros dos investigadores que repitieron poco después el experimento se dejaron la vida en el intento.

“Propuso la teoría de que la electricidad es un 'fluido único'“

Gracias a sus estudios sobre la electricidad, Franklin ideó los términos de electricidad positiva y negativa, conductor eléctrico o batería. Propuso la teoría de que la electricidad es un 'fluido único' o 'fuego eléctrico' que pasa de un cuerpo a otro en la descarga, lo que le llevó a enunciar el Principio de conservación de la electricidad. Su teoría estaba basada en los postulados de Newton.

En reconocimiento a sus logros científicos, recibió títulos honorarios de las universidades de Saint Andrews y Oxford; fue elegido miembro de la Royal Society de Londres, designado por la Academia de Ciencias de París como uno de los más insignes científicos vivos no franceses y galardonado con la Medalla Copley por sus destacadas contribuciones a la ciencia experimental. También fue socio correspondiente de la sociedad lunar de Birmingham.

Franklin ejerció gran influencia en el campo de la educación. En 1751 contribuyó a la fundación de la Academia Filadelfia, que más tarde se convertiría en la Universidad de Pennsylvania. El plan de estudios concedía gran importancia al estudio del inglés y las lenguas modernas, así como a las matemáticas y ciencias. Popularizó la frase 'el tiempo es oro'. Escribió de Política, Filosofía, Religión, Economía, Educación y Ciencia.


EXPERIMENTOS DE BENJAMÍN FRANKLIN SEGÚN SUS CARTAS.

A PETER COLLINSON
11 de julio de 1747

Muy señor mío:

Tal como le informaba en mi anterior carta, durante el transcurrir de nuestras experiencias en materia eléctrica hemos observado algunos fenómenos especiales que para nosotros resultaban inéditos y de los que prometí darle noticia, aun a sabiendas de que quizá ya le resultarían familiares en atención a lo abundante de sus propias experiencias con agua.

     El primer efecto maravilloso que he observado es que los cuerpos afilados son especialmente idóneos para atraer y repeler electricidad, según se desprende de lo siguiente.

     Se coloca una bola de hierro de unas dos o tres pulgadas de diámetro en la boca de una botella seca de vidrio. Con una hebra fina de hilo de seda que penda del techo y que termine justamente en la boca de la botella se suspende encima de ésta una bola pequeña de corcho del tamaño de una canica. La longitud de la hebra debe ser tal que la bola de corcho descanse contra un lado de la bola de hierro. Si se electriza se verá que la bola es repelida como unas cuatro o cinco pulgadas, más o menos, de acuerdo con la cantidad de electricidad. En tal situación, si se pone frente a la bola de hierro la punta afilada de un punzón largo y delgado, a una distancia de unas seis o siete
pulgadas, se verá que la bola de hierro ya no repele a la bola de corcho, sino que ésta se junta con aquélla. Para producir el mismo efecto con 'un objeto romo ha de acercarse éste hasta menos de una pulgada de la bola de hierro y hacer saltar una chispa. Para probar que es la terminación aguzada la que atrae la descarga eléctrica, se toma la parte metálica del punzón y se la separa de su
mango de madera, se la pone en un bloque de lacre y si volvemos a acercarlo hasta la distancia mencionada, o más cerca, no ocurrirá ya nada; pero si se desliza el dedo a lo largo del lacre hasta llegar al metal del punzón, la bola de corcho se desplazará de nuevo hacia la bola de hierro. Si se acerca la punta en la oscuridad veremos que incluso a un pie de distancia o más se produce un
destello como el de una luciérnaga o culebrilla luminosa. Cuanto menos afilado sea el punzón, más cerca habrá que llevarlo para observar la luz y a cualquier distancia que se vea la luz se producirá la descarga eléctrica y desaparecerá el fenómeno de repulsión. Si la bola de corcho en cuestión así suspendida es repelida y se acerca rápidamente un objeto puntiagudo, a una distancia considerable, es sorprendente ver cómo también de repente la bola oscila hacia el tubo eléctrico. También causan ese efecto objetos de madera aguzados siempre que no estén secos, pues la madera totalmente seca no es mejor conductora de la electricidad que el lacre.

     Para ver que los objetos puntiagudos repelen y atraen descargas eléctricas, se pone una larga aguja de acero sobre el hierro y eso impide a éste electrizarse hasta el punto de repeler la bola. O se coloca una aguja en el extremo de un cañón de escopeta o de una varilla de hierro de forma que quede como una especie de bayoneta y veremos que mientras se mantengan así, el cañón de la escopeta o la varilla no se electrizan ni sueltan chispas aunque se aplique el tubo eléctrico al otro extremo, sino que la descarga se produce silenciosamente y sin resplandor, de forma continua en la punta. Si se hace el experimento a oscuras veremos que no se advierte ninguna diferencia. 
     Por consiguiente, la repulsión entre la bola de corcho y la bola de hierro se interrumpe de estas formas: 1) vertiendo arena fina sobre ella se va interrumpiendo gradualmente; 2) soplando; 3) provocando humo con madera quemada; 4) con la llama de una vela aunque esté a un pie de distancia, en cuyo caso la interrupción es momentánea. El resplandor de un carbón
incandescente de la chimenea y también el de un hierro al rojo también producen semejantes resultados, pero no a tan gran distancia. El humo de resina seca, cuando cae sobre un hierro caliente, no destruye en cambio esa repulsión, sino que es atraído por igual hacia la bola de hierro y el corcho, creando un bello halo alrededor, con extraños dibujos en cierto modo similares a las figuras de la Teoría de la Tierra, de Burnet o de Whinston.

     Este experimento debe hacerse en un espacio cerrado donde el aire no se mueva, porque si no fracasará.

     La luz solar repentinamente concentrada con una lupa aun por largo rato sobre el corcho y la bola de hierro no tiene consecuencia sobre la repulsión. La diferencia entre la luz solar y la menor del fuego es otro de los extremos que más nos chocaron a todos.

     Hemos mantenido durante bastante tiempo la opinión de que la corriente eléctrica no se creaba, sino que se acumulaba por fricción, y que era un elemento que se difundía y era atraído por otros cuerpos, sobre todo el agua y los metales. Incluso llegamos a descubrir y experimentar este flujo a la esfera eléctrica y su reflujo de ella, gracias a unas diminutas aspas de molino de papel rígido situados oblicuamente en finos alambres que les servían de eje; y
también por ruedecitas del mismo material, pero con la forma de aspas de molino de agua. Sobre la colocación y uso de cada tipo de rueda y los resultados de cada caso, podría escribirle, si tengo tiempo, algunas observaciones. El que uno no se electrizaba estando de pie sobre cera, por frotación con el tubo eléctrico y extrayendo la chispa del mismo, y el que sí era posible electrizar a una persona o cosa que estuviera en contacto con el suelo pasando el tubo eléctrico cerca de ellas, etc., era algo que nosotros ya sabíamos antes de conociésemos la investigación debida a Mr. Watson, y esto era parte de las novedades que quería contarle. Pero ahora querría sólo mencionar algunos detalles que no figuran en esa obra y nuestras correspondientes reflexiones, si bien quizá podría ahorrarle las últimas. 
  1. Una persona de pie sobre cera, que se frote con el tubo, y otra que también esté sobre cera y atraiga la chispa (siempre que no se toquen una a otra), parecen estar electrizadas para quien las observa desde el suelo. Recibirá esta persona una chispa cuando se aproxime a cualquiera de esas personas con los nudillos por delante.
  2. Pero si las personas que están sobre la cera se tocan mientras se excita el tubo, ninguna parecerá electrizarse.
  3. Si se tocan una a otra tras excitar el tubo y hacer saltar la chispa, tal como se ha dicho, se producirá una descarga entre ellas mayor que la que se produciría entre cualquiera de ellas y la tercera persona que esté en el suelo.
  4. Después de la descarga, ninguna de ellas notará que está electrizada. 
Para nosotros, todo este experimento significa todo lo siguiente: Como se ha explicado, la corriente eléctrica es un elemento común que las personas descritas tienen en igual proporción antes de que se haga ninguna operación con el tubo. La persona A que está de pie sobre la cera y frota el tubo eléctrico recoge corriente eléctrica de ella misma y la lleva al tubo. Como su

comunicación con la masa se interrumpe a causa de la cera, su cuerpo no vuelve a cargarse. B (que también está sobre cera), al pasar los nudillos cerca y a lo largo del tubo, recibe la corriente recogida allí de A; y como su comunicación con tierra está también cortada por la cera, retiene la mayor cantidad que ha recibido. A a la persona C, que está sobre el suelo, le parece que las dos anteriores están electrizadas, pues por tener solamente ella la cantidad media de corriente eléctrica, recibe una descarga aproximarse a la persona B, que está sobrecargada, pero da otra cantidad a A, que tiene menos carga. Si A y B se aproximan y entran en contacto, la descarga es aún mayor porque la diferencia de carga eléctrica entre ellos es más grande. Después de ese contacto ya no salta más descarga entre ninguno de ellos y C porque se ha igualado la carga eléctrica en todos. Y si se tocan mientras se están cargando, la igualdad nunca se interrumpe y el fluido eléctrico se limita a circular. De esto hemos deducido algunas proposiciones. Decimos que B (y cualquier cuerpo en sus mismas condiciones) se electriza positivamente; A, negativamente, o más bien, que B se electriza más y A menos. Así, en nuestros experimentos diarios electrizamos los cuerpos más o menos, según nos parece.
Para electrizar más o menos sólo es preciso saber lo siguiente: que las partes del tubo o esfera que se frotan, en el instante de la fricción, atraen la corriente eléctrica y que por consiguiente la roban del cuerpo que lo excita; que las mismas partes enseguida que cesa la fricción están dispuestas a ceder la corriente que han recibido a cualquier cuerpo que tenga menos. Así es como se puede hacer circular electricidad, tal como Mr. Watson ha podido también comprobar. Se puede acumular corriente eléctrica en cualquier cuerpo o sustraerla de él con sólo ponerlo en contacto con el excitador o con el receptor y cortando el contacto con la tierra o masa común. Creemos que este ingenioso caballero se engañaba cuando imagino (como dice en su nota) que la chispa eléctrica bajaba por el alambre del techo al cañón de escopeta y de ahí pasaba a la esfera, electrizando así el aparato al hombre que daba vueltas a la
manivela, etc. Nosotros más bien creemos que la corriente es repelida y no atraída por ese alambre y que la máquina y el hombre y todo el circuito estaban electrizados en menos, es decir, tenían menos electricidad que las cosas que los rodeaban.

     Como el barco está a punto de zarpar, no le puedo pormenorizar tanto sobre la electricidad en América como yo quisiera. Me limitaré a mencionarle algunos detalles más, a saber, que hemos descubierto que el plomo granulado va mejor para rellenar la ampolla de vidrio que el agua, porque se calienta mejor y se mantiene mejor caliente y seco cuando el aire está húmedo. Que quemamos alcohol con el alambre de la ampolla. Que hemos encendido velas,
que acaban de ser apagadas, haciendo pasar la chispa a través del humo, entre el alambre y las despabiladeras. Que hemos logrado una simulación del rayo haciendo pasar el alambre en la oscuridad sobre un plato de porcelana con flores doradas, o aplicándola a los marcos dorados de los espejos, etc. Que hemos electrizado a una persona veinte veces o más seguidas con sólo tocar el alambre con el dedo, de esta forma: La persona se pone de pie encima de la cera, le damos la botella electrizada para que la tenga en la mano, tocamos el alambre con el dedo y luego tocamos la mano o la cara a esa persona. Siempre saltan chispas. Pudimos aumentar la fuerza de la descarga del «beso eléctrico» en gran medida, gracias a lo siguiente: Se colocan A y B de pie sobre la cera; o A sobre la cera y B sobre el suelo, y luego se le da a uno de ellos la ampolla electrizada en la mano mientras el otro coge el alambre, y se produce una pequeña descarga; pero si aproximaban sus bocas, la descarga era mayor y sufrían un fuerte calambre. Ocurre lo propio si un caballero y una señora C y D que están también de pie sobre cera, cogen las manos de A y B, y se estrechan la mano como para saludarse. También colgamos de un fino hilo de seda una araña artificial, hecha con un trocito de corcho quemado y las patas de hebras de hilo negro, en la que metimos unos perdigones de plomo para darle mayor peso. Encima de la mesa sobre la que colgaba la araña pusimos verticalmente un alambre tieso, igual de alto que la ampolla y el cable, a una o dos pulgadas de la araña. Luego le hicimos moverse con sólo colocar la ampolla electrizada a igual distancia pero al otro lado del bicho. Este se desplazaba hacia el alambre de la ampolla, y sus patas se doblaban al tocarlo. Luego saltaba y se dirigía al alambre de la mesa y vuelta al alambre de la ampolla, siempre moviendo las patas de la manera más divertida y con gran apariencia de vida para quienes no estaban en el truco. El bicho continuará con sus movimientos más de una hora si el tiempo está seco. También electrificamos encima de cera y en la oscuridad un libro que tenía una doble incrustación de alambre de oro en las tapas, luego aplicamos los nudillos al dorado y surgió la chispa por toda la superficie dorada como un relámpago, pero no en la parte de cuero. Tampoco brota la chispa si se toca el cuero en lugar del dorado. Siempre frotamos los tubos con una gamuza por el mismo lado y tuvimos cuidado de no mancharlos con las manos al cogerlos, con lo que funcionaron bien en todo momento sin que fallaran, sobre todo si se guardaban en cajas de cartón bien envueltos en franelas. Hago mención de este detalle porque en los escritos publicados en Europa sobre la materia se menciona con frecuencia la frotación del tubo como si se tratara de un ejercicio agotador. Las esferas nuestras están fijas en unos soportes de hierro como ejes que las atraviesan de lado a lado. En el extremo del eje hay una pequeña manivela con la cual se puede hacer girar a la esfera como si fuera una piedra de afilar. Este sistema nos parece muy cómodo porque el aparato ocupa poco, es portátil y puede guardarse en una caja estanca si no se utiliza. Es cierto que la esfera no gira tan rápidamente como cuando se emplea la rueda grande, pero no creemos que la rapidez tenga tanta importancia en este caso, pues con pocas vueltas basta para cargar la ampolla lo suficiente, etc.


MATRIMONIO DE BENJAMÍN FRANKLIN


Benjamin Franklin se casó en 1730 con Deborah Read, con quien tuvo dos hijos, Francis y Sarah. Pero aquel matrimonio estuvo muy lejos de ser feliz ya que, durante décadas, el científico y su esposa vivieron bajo el mismo techo, pero se comportaron como si fueran dos extraños.

Siempre se ha creído que ese distanciamiento fue debido a las infidelidades de Franklin pero, ahora, un historiador llamado Stephen Coss ha propuesto una nueva causa: las vacunas.
En la época de Benjamin Franklin todavía no existía la vacunación tal y como la conocemos actualmente, pero si se practicaba la llamada inoculación, que sería el antecedente de las actuales vacunas. El problema es que la técnica de la inoculación no era completamente segura y, aunque salvaba muchas vidas, no impedía la muerte de todos los pacientes de enfermedades infecciosas.
Pese a ello, Franklin era un firme defensor del uso de la inoculación para tratar las epidemias de viruela. Por eso, siempre extrañó que, en el último momento no se la aplicase a su propio hijo Francis que enfermó y acabó muriendo de viruela.

Estudiando la correspondencia del científico y político estadounidense, Stephen Coss ha llegado a la conclusión de que su esposa Sarah se oponía a la inoculación por motivo religiosos. Y no era la única, el propio hermano de Franklin también era contrario a dicha práctica sanitaria.
Por eso, cuando falleció su hijo, Benjamin escribió en una carta que era muy frustrante que no se pudiera aplicar el tratamiento a un niño solo porque uno de los progenitores se opusiera a ello, estando el otro a favor.
El historiador Stephen Coss afirma que esa carta esa misiva cargada de dolor en la que culpa de forma velada a su esposa de la muerte de su hijo. El investigador considera que este suceso fue el que realmente provocó el deterioro de la relación matrimonial entre ambos.

PEQUEÑOS EMPRENDIMIENTOS DE BENJAMÍN FRANKLIN

Como se mencionó anteriormente, a Benjamin le gustaba leer desde muy pequeño, ya que tenía esa habilidad, así que él, con sus pequeños ahorros compraba ciertos libros que le parecían interesantes como los de aventuras. El primer libro que él compró fue el de las obras de Bunyan en tomos sueltos, luego compró las colecciones históricas de R. Burton, que eran pequeños volúmenes, en número de cuarenta o cincuenta, con los libros que él compraba podía venderlos casi por su precio original y con el dinero que recuperaba podía comprar nuevos libros, además no olvidemos que él sabía herrería y era aprendiz de operario.
     En 1717 el hermano de Benjamin regresó de Inglaterra trayendo con él una prensa y los tipos de imprenta necesarios para iniciar un negocio en Boston, aquel oficio le agradaba mucho más a Benjamin que el oficio de su padre, aunque él seguía sintiendo que quería ser marino. Después de algún tiempo decidió convertirse en el aprendiz de su hermano, firmando un contrato que haría que fuera aprendiz hasta sus veintiún años.
     Su hermano comenzó en 1720 a imprimir un periódico, era el segundo que aparecía en América y se llamaba The New England Courant. Antes se había impreso el Boston Newsletter.


     A pesar que de los amigos de su hermano trataron de convencerlo que no era útil un periódico más, él persistió en el empeño y empleó a Benjamin para que lo repartiera, después de concluir la tarea de componerlo e imprimirlo.


LA NIÑEZ DE BENJAMIN FRANKLIN


Benjamín Franklin nació en Boston el 17 de enero de 1706. Fue enviado al colegio por su padre a los 8 años de edad para que cursara sus estudios superiores y entregara su servicio a Dios, la opinión de los amigos del padre de Benjamín lo persuadió para hacer tal cosa, ya que decían que él era talentoso para la escuela por su gran habilidad de leer a muy temprana edad.
     Aproximadamente a los 10 años de edad, Benjamín ayudaba a su padre con su negocio de velas de alumbrar y jabonería, este no era el oficio de su padre que había aprendido desde pequeño, sino uno que adoptó cuando se mudaron a Inglaterra como medio de subsistencia familiar, de esta manera Benjamín aprendió a cortar los pabilos de las velas, llenar los moldes de cera, atender la
tienda, hacer recados, etc. Este oficio era en lo absoluto del más mínimo agrado para Benjamín, ya que su mayor aspiración era ser un marino, sin embargo su padre estaba en contra del sueño de este joven por suerte vivían a orillas del mar, Benjamín tenía contacto con aquel sueño de ser marino, gracias a este sueño y sus esfuerzos aprendió a gobernar embarcaciones y nadar muy bien, era de esta forma en la cual él alimentaba su sueño.



     Benjamín siguió como ayudante en el negocio de su padre hasta los doce años, que fue cuando su hermano Jhon, que había sido instruido para quedarse con el negocio se casó y se separó de su padre, hasta ese momento parecía que Benjamín sería quien se quedaría con aquel negocio de las velas de alumbrar, una idea que le desagradaba en su totalidad, su padre, se dio cuenta que si no trabajaba en algo más que fuera del gusto de Benjamín, terminaría en el mar, cosa que su hermano había hecho provocando un gran disgusto a su padre, así que lo llevó a trabajar con él mostrándole los carpinteros, albañiles, broncistas y otros tipos de oficio, algo que según el padre, ayudaría a Benjamin a ganarse la vida en tierra, desde entonces el oficio que más le agradó a Benjamín fue de operario, algo que le permitió más adelante poder hacer pequeños arreglos y trabajos en su casa, así como construir pequeñas máquinas para experimentos que se le ocurrían.